25 DE NOVIEMBRE, DÍA INTERNACIONAL DE LA LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO


MÍA

La primera vez fue un leve empujón tras una diferencia de pareceres.

La segunda una bofetada por criticar a su madre.

La tercera la derribó de un puñetazo y, ya en el suelo, le propinó una patada; la causa: ella se había retrasado en la consulta del médico y la comida no estaba preparada para cuando él llegó.

La cuarta comenzó a golpearla y solo paró cuando oyó suplicar a su hija de cinco años que no continuase haciéndole daño a su mamá. En esta ocasión no hubo una causa determinada; él estaba de mal humor porque su equipo había sido eliminado de la Copa de Europa y ella le recordó que debían dos meses de alquiler.

La última vez él cogió un cuchillo de la cocina y le rebanó el cuello; ella le acababa de anunciar su intención de abandonarlo.

Entre la primera y la última mediaron dos años en los que ella aguantó sus malos modos, las relaciones sexuales impuestas, las broncas a toda la familia… Dos años en los que sufrió en silencio con la esperanza de que él cambiara, de que volviera a ser el novio enamorado, el marido atento, el padre cariñoso de los primeros cuatro años de vida en común.

Cuando ella yacía en el suelo con la vida escapándosele al compás de la sangre que manaba a raudales de su garganta, él se agachó y, retirándole tiernamente el cabello que le cubría el rostro, dijo con apenada voz:
-Mira lo que me has obligado a hacer, cariño.


©  Fuensanta Vidal. Todos los derechos reservados.




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